
Punto neurálgico de la ciudad, este pintoresco paseo ha inspirado a escritores y pintores de todo el mundo. Quim Soler decía “La Rambla no es una arteria urbana, la Rambla es una vena pública a donde acudes para inyectarte la ciudad en la parte más venial del organismo, en la mirada”.
Y tenía razón. Una caminata sobre sus cimientos bien anclados en el presente y en la historia, nos demostrará que La Rambla está viva, que late, que se convulsiona con el discurrir humano.
Ubicación y nomeclatura
La Rambla se extiende por aproximadamente 1,2 kilómetros entre el Port Vell, al sud, y la Plaza Cataluña, al norte. Mirando en dirección mar, el archiconocido Barrio Gótico queda a la derecha y el del Raval a la izquierda.
La Rambla recibe en sus diferentes tramos diversa nomenclatura (Rambla de Canaletes, Rambla dels Caputxins, Rambla de Santa Mònica, etc.), por lo que también es usual su denominación en plural, Las Ramblas. Además, posee también diversas denominaciones según sea la actividad mayoritaria de cada tramo.
Así, tenemos La Rambla de las flores, la de los animales y la de los pintores, por ejemplo.
Qué ver
Estatuas humanas, mimos e imitadores están presentes a lo largo de La Rambla, imprimiendo carácter y personalidad a la escena. El paseo está lleno de gente de día y de noche. Está jalonado de kioscos de prensa, de flores y demás comercios.
En la zona más baja de La Rambla, cerca del puerto, acostumbran a instalarse mercadillos de objetos artesanales y bisutería, así como pintores y dibujantes. La Rambla alberga también la famosa fuente de Canaletes, cuya leyenda cuenta que quien bebe de ella regresará a Barcelona una y otra vez.
A lo largo del recorrido pueden verse varios edificios de interés, como el Palacio de la Virreina, el mercado de La Boquería y el famoso teatro de El Liceo, con óperas y ballets de primer nivel. El Museo de Cera merece también una visita, sobre todo por el bar que se sitúa a su entrada, el Bosc de les Fades, que exhibe una decoración mágica capaz de convencernos de que nos hallamos en un bosque en el que todo es posible.
El paseo de La Rambla desemboca ante la célebre estatua de Cristóbal Colón (con un mirador en la cúspide desde el que se adquieren unas fantásticas vistas de la ciudad en general y del bullicio de las Ramblas en particular). En las inmediaciones se encuentra el Museo Marítimo, ubicado en las Atarazanas Reales, astilleros de la Edad Media, donde se construían los barcos que conectaban los extensos dominios de la Corona de Aragón en el mediterráneo. Como curiosidad, destacar el enorme mosaico de Joan Miró que decora el suelo de las Ramblas cerca de la parada de metro de Liceo.
Consejos
Hacer shopping o sentarse a tomar un refrigerio en este célebre paseo, nos puede salir muy caro. Salvo contadas excepciones, los comercios y los restaurantes de esta zona ofrecen una calidad bastante baja a precio de oro. Si se quiere picar algo, se recomienda hacerlo en alguna de las tabernas de la Boquería. Para tomar un café, lo mejor es acudir el mítico Cafè de l’Òpera (delante del Liceo), que data de 1929; para tomar una cerveza o una copa, la mejor opción es el ya mencionado Racó de les Fades, en el Museo de Cera. Además, conviene vigilar nuestras pertenencias de cerca en todo momento.
La Rambla es uno de los puntos calientes de los carteristas de Barcelona. Intentar pasar lo más desapercibido posible, vestir sin esgrimir que se es turista y no sacar la cámara a menudo, son algunas de las precauciones que nos evitarán más de un disgusto.
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